lunes, 20 de noviembre de 2017

¿Es la “manada” la única responsable? : La pornografía como control político

Uno de los éxitos más importantes y trágicos del sistema neocapitalista actual es la banalización del consumo masivo de pornografía en un porcentaje muy alto de la población, especialmente entre los jóvenes. En concreto España ocupa uno de los primeros lugares del mundo en el consumo de pornografía incluida la infantil. La adicción a la pornografía y por derivación  a la prostitución  es una de las formas actuales más importantes de alienación social y de control político.
En estos días estamos asistiendo al juicio de cinco jóvenes autodenominados «la manada» acusados de la violación de una chica de 18 años en las fiestas de San Fermín. Es muy injusto descargar sobre ellos la única y total  responsabilidad de sus actos. El poder (económico, político, mediático y social) ha promocionado una cultura salvajemente egoísta, consumista, violenta  y hedonista que ha banalizado la sexualidad hasta convertirla en un «producto» donde las personas son literalmente consumidas. El cinismo y la hipocresía de nuestra sociedad descarga sobre unos jóvenes animalizados una responsabilidad, que en lo fundamental, no les corresponde.
Actualmente la proliferación de medios digitales individualizados en gran parte de la población, incluidos los niños desde  tempranas edades, permite el acceso masivo y gratuito a la pornografía. La trivialización del consumo de pornografía es toda una estrategia del capitalismo actual a nivel mundial para la degradación de la población especialmente de los más vulnerables. La tecnología actual permite un acceso directo, personalizado y permanente a la  imaginación y a la conciencia de cada ser humano.
El actual sistema capitalista global trafica con millones de seres humanos para convertirlos en esclavos sexuales de otros seres humanos. Internet es literalmente un infierno donde la Internacional Negra ha sumergido a hombres, mujeres y niños y los ha convertido en carne de consumo. Nuestras ciudades son también lugares habituales de explotación sexual.  Solo en la colonia  «Marconi» en las cercanías de Madrid hay más de 400 prostitutas sometidas a las mafias y «consumidas» por muchos de nuestros jóvenes por apenas unos euros.  La prostitución en España mueve más de 3.500 millones de euros. Se calcula que en nuestro país hay unas 100.000 prostitutas, el 80% mujeres inmigrantes empobrecidas.
Con la pornografía se degrada la sexualidad humana, una de las estructuras más importantes de solidaridad y generosidad del ser humano cuando está basada en el amor, la fidelidad y abierta a la vida. Sin embargo el sistema capitalista sabe que su degradación produce daños muy graves en el ser humano. La investigación y los datos sugieren que el uso habitual de la pornografía, especialmente en Internet puede tener una variedad de efectos nocivos sobre los seres humanos de todas las edades y de ambos sexos, afectando a su felicidad, su productividad, sus relaciones recíprocas y su funcionamiento en la sociedad.[1]

martes, 7 de noviembre de 2017

Cardenal Sebastián: «El nacionalismo es victimista porque es egoísta, se cree más que los demás»

El nacionalismo "es egoísta e insolidario. Pretende estar solo para vivir mejor". Esta contundente afirmación la afirma sin tapujos el cardenal Fernando Sebastián, arzobispo emérito de Pamplona.

En un certero analísis publicado en la revista Vida Nueva titulado Cataluña querida, el purpurado habla del proceso separatista catalán y de las causas que han llevado con él. Y lo hace con gran claridad y contundencia. Recuerda que vivió muchos años en Cataluña y también alerta de las consecuencias que entraña el nacionalismo. A continuación, el artículo íntegro del cardenal Sebastián:

Cataluña querida

Soy aragonés, pero he vivido quince años en Cataluña. Vic, Solsona, Valls. Es decir, Barcelona, Lérida y Tarragona. Conozco un poco Cataluña y a los catalanes. Tengo familiares y amigos en Cataluña. Leo literatura catalana. A mis 19 años, hice mi tesis de Filosofía sobre la antropología de Ramón Llull (tema apasionante, ¿no?).

Quiero decir que mis palabras son fruto del amor, del buen deseo y, también, del dolor. No pretendo hablar desde posiciones políticas, casi ni eclesiales, me basta con hablar humanamente, cívicamente, sinceramente.

Entiendo que la crisis actual es, en un primer plano, política, y debe ser tratada políticamente. Nos encontramos ante una verdadera insurrección institucional, dirigida desde el poder político, acompañada y potenciada desde abajo por un fuerte sentimiento popular muy difundido, previamente cultivado.

Muchos catalanes, jóvenes y adultos, están convencidos de que les conviene separarse de España. Piensan que les estamos maltratando y esta discriminación negativa les da derecho a la secesión. Ellos lo viven como un derecho a la defensa propia. Se lo han enseñado así durante treinta años.

No es verdad que el independentismo haya comenzado ahora como consecuencia de una cierta frustración democrática. El nacionalismo independentista comenzó a finales del siglo XIX, durante la Primera República, con Almirall, Guimerá, la Lliga Regionalista y las Bases de Manresa. Con el apoyo de algunos ilustres eclesiásticos. Eran los tiempos de la industrialización y de la Renaixença cultural.



Los nacionalismos, todos los nacionalismos, tienen un fondo de protesta, es como el hijo mayor que se va de casa dando un portazo. Se van porque se ven maltratados, no se sienten queridos. Pero a veces no se ven queridos porque antes han sido egoístas, porque han creído que tienen más derechos que los demás, porque no están conformes con lo que reciben en casa, aunque estén recibiendo lo mismo, y a veces más que los demás. El nacionalismo es siempre victimista, pero es victimista porque antes, y más profundamente, es egoísta, se cree más que los demás y quiere más que los demás. Es egoísta e insolidario. Pretende estar solo para vivir mejor.

El nacionalismo es ruptura. Se quiera o no, desgarra el tejido social, enfrenta a las personas, divide las familias. Por eso, solo es legítimo y moralmente aceptable cuando resulta ser el único remedio contra graves injusticias colectivas, de dominación o discriminación. Aquí se habla de 500 años de convivencia. Pero son más. Cataluña formó parte no del Reino de Aragón, pero sí de la Corona de Aragón, con el rey Ramiro de Aragón y el conde Ramón Berenguer, desde el siglo XII.

miércoles, 30 de agosto de 2017

"Chupa y calla"



Han causado gran escándalo unas chapas repartidas durante los Sanfermines con leyendas sórdidas que coincidían en interpelar a las mujeres de las formas más vejatorias imaginables: «Chupa y calla», «Para ser tonta no eres muy guapa», «Tu culo será mío», etcétera. De inmediato, diversos colectivos feministas denunciaron ante la fiscalía esta aberración; y las chapas, al parecer, fueron decomisadas. Dichos colectivos, al parecer, pretenden enchironar a los burdos artífices de las chapas; pero divulgar groserías, que tal vez nos pueda parecer repugnante, no constituye ningún delito.
Este penoso asunto de las chapas con leyendas sórdidas nos sirve para comprobar lo que ocurre cuando se ponen tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias. Todo freno judicial o policial, por eficaz y disuasorio que sea, se revela inútil si no lo precede un freno moral. las sociedades sanas robustecen los frenos morales que inhiben las conductas aberrantes; las sociedades decadentes y decrépitas debilitan tales frenos morales y, una vez que todos los demonios de la aberración han sido liberados, se dedican a perseguirlos grotesca y desnortadamente. Antes de que esas chapas sórdidas fuesen repartidas se recorrió un largo itinerario de degradación que, lamentablemente, contó con la colaboración activísima de los movimientos feministas que ahora se rasgan las vestiduras. Y ese largo itinerario de degradación empezó el día que se decidió que había que conculcar lo que los romanos llamaban las ‘virtudes domésticas’: la honestidad, la templanza, el pudor, la castidad, etcétera.
El quebrantamiento de todas aquellas virtudes se hizo, por supuesto, para combatir el orden cristiano. Pero lo cierto es que tales virtudes no fueron proclamadas únicamente por el cristianismo, sino por todas las civilizaciones previas y posteriores que han merecido tal nombre; lo cierto es que fueron cultivadas y ensalzadas por los hombres más insignes, desde épocas antiquísimas. Encontramos el elogio de estas virtudes en Aristóteles y, curiosamente, también en su adversario Platón; lo encontramos en Cicerón y en Séneca; lo encontramos, en fin, en toda visión antropológica cabal. Y todas esas reflexiones el cristianismo las hizo suyas, depurándolas de aquellos elementos puritanos que se resistían a reconocer la debilidad humana. Con el tiempo, el cristianismo desarrollaría sus propias desviaciones puritanas, a veces por escisiones sectarias, a veces en un afán desquiciado por combatir tales escisiones. Pero lo único que el cristianismo hizo fue ‘bautizar’ aquellas ancestrales virtudes, añadiéndoles su particular perspectiva trascendente: ya que nuestros cuerpos son templos del Espíritu, llamados a la gloria de la resurrección, merecen ser tratados con la dignidad de lo que tiene un origen y un destino divinos.
Pero estas ‘virtudes domésticas’ (que son el mejor cimiento de las virtudes públicas) no fueron creaciones cristianas. Y todas las civilizaciones que las ensalzaron no lo hicieron para oprimir a las mujeres, sino para contener los instintos más esclavizantes del ser humano, que esas mismas civilizaciones desembridaron en sus fases de decadencia y decrepitud. Pues, como sabe cualquiera que no esté ofuscada por el naturalismo instintivo, la sexualidad humana es como el agua: benéfica cuando se encauza; destructiva cuando los cauces se desbordan y se rompen los diques. Una sexualidad sometida a constantes reclamos morbosos estraga nuestra sensibilidad, destruye nuestra afectividad, nos corrompe con las fantasías más purulentas, exacerba nuestra concupiscencia hasta convertirnos en bestias babeantes de flujos.